Aerodinámica checoslovaca
La silueta aerodinámica de los Tatra de pre-guerra no deja a nadie indiferente. El T87 de 1936 se considera la obra maestra del fabricante checo, superando los defectos dinámicos de su predecesor, el T77. Diseñado por el ingeniero Hans Ledwinka el Tatra era un coche innovador en muchos aspectos.
La carrocería aerodinámica estaba inspirada
en los estudios de Paul Jaray, un diseñador de dirigibles. El chasis sobre el que descansaba era un monotubo central como el que décadas más tarde utilizarían los Renault Alpine. El motor V8 de tres litros, refrigerado por aire, era de aleación de magnesio y proporcionaba 85CV que, con esta línea aerodinámica, permitían alcanzar los 160 km/h. Hasta 1950, con la Guerra Mundial de por medio, se produjeron más de 3000 unidades.
Parece que estos Tatra impresionaron a Hitler que en presencia del mismo Ledwinka dijo a Porsche que aquel era el coche que quería para las autopistas alemanas. El primer Volkswagen se parecía tanto al Tatra T97, la versión pequeña con el motor de 4 cilindros bóxer, que Tatra demandó a Volkswagen. La demanda se detuvo cuando Alemania invadió Checoslovaquia en 1938 y la producción del T97 se canceló, parece que por recordar demasiado a los orígenes del coche del pueblo alemán. Sólo después de la Guerra, Tatra consiguió que Volkswagen le pagase una indemnización por plagio.
Los Tatra de motor trasero siempre me han parecido criaturas extrañas. Ver el ejemplar de las fotos oxidándose en el exterior del Museo Lomakov, en Moscú, me despertó la curiosidad por un artefacto tan original. El lugar donde estaba y la chatarra que lo rodeaba no permitían tomar fotos de cerca, además, la hierba estaba tan alta que cubría la parte baja del coche. A pesar de ello se podía apreciar que no es un coche cualquiera.
El Tatra de Lomakov me hizo recordar que en la colección Schlumpf había otro muy bien restaurado así que en el viaje de vuelta a casa no dudé en parar en Alsacia para comprobar si era cierto. Por más veces que el visites el Museo de Mulhouse nunca deja de impresionarte. Afortunadamente si que había un Tatra en el museo, estaba en una esquina, con lo cual se podía fotografiar también desde el lateral, al contrario que otros cientos de coches que están unos junto a otros.
En las fotos se pueden ver también los prototipos de Arzens, unos ejemplares únicos. El Tatra era también un T87, como el de Lomakov, de un verde metalizado resplandeciente al que no faltaba detalle.
En las fotos no se puede apreciar muy bien el precioso interior art déco con unos enormes relojes y un volante que parece cortado por un orfebre. Destaca el enorme espacio con que cuentan los pasajeros, lo que no sorprende en un coche de más de 4'70m. La carrocería está pensada para ofrecer la mínima resistencia al aire.
Considerado el segundo automóvil fabricado en serie, tras el T77, con una carrocería aerodinámica el T87 consiguió medidas de Cx de 0'36 en túneles del viento de los años 60, igualando el mismísimo Citroën CX de 1974, que precisamente toma su nombre de este coeficiente.
El Tatra, al igual que este Citroën lleva las ruedas traseras carenadas y toda la carrocería tiene detalles que buscan la eficiencia aerodinámica como las llantas de chapa estampada, poco comunes en la época, los tiradores de las puertas integrados, el parabrisas partido en tres, los faros integrados en las aletas y, lo más destacado, la parte posterior inclinada, con unas enormes branquias para facilitar la ventilación del compartimento motor. Sin duda un coche inolvidable.