Au revoir ma Dauph'
Hoy, después de casi doce años, he dicho adiós a nuestro Dauphine. Es el clásico que más he conducido y posiblemente al que más horas he dedicado. Siempre he sentido más pasión por mis otros coches que no han funcionado en décadas que por el Dauphine pero sin duda lo echaré de menos.
El primer coche que tuvo mi padre fue un Dauphine. Mi cuñado Pep también tenía buenos recuerdos de otro con el que su padrino iba a visitarlo cuando era pequeño, quizás por eso decidimos comprar uno a medias.
Siempre recordaré el viaje para recogerlo cerca de Lyon. Lo habíamos comprado en una subasta de Ebay. Enganché el remolque al Opel Astra en dirección a Francia, pero antes me detuve en Manresa, donde Antoni Tachó había accedido a concederme una entrevista en las instalaciones de AUSA. Antoni me explicó la historia de la empresa que nació para construir los PTV, unos pequeños descapotables que trataron de hacerse un hueco en el mercado justamente cuando el SEAT 600 empezaba a fabricarse en grandes cantidades. En la fábrica pude ver un ejemplar de PTV250 y el prototipo del PTV400 que nunca llegó a fabricarse.
Cuando llegué a mi destino ya estaba haciéndose de noche y a pesar de que era invierno y en la región de Isère hace bastante frío el Dauphine se puso en marcha sin problemas. Su propietario se deshacía de él a regañadientes, era un coche que utilizaba a menudo, pero precisamente unas semanas antes, en la misma rampa donde ahora estaba aparcado el Dauphine, su padre había resbalado y falleció de un golpe en la cabeza así que necesitaba vender el coche para echar adelante. Durante los primeros años no fuimos capaces de sacar el olor a tabaco del que se había impregnado el coche.
Más tarde, como la tapicería de los asientos anteriores estaba en muy mal estado, aprovechando un viaje a París, decidimos comprar una nueva, idéntica a la original. Así, además de mejorar el aspecto del interior también conseguimos eliminar ese olor tan desagradable.
El Dauphine, o mejor la Dauphine, como se conoce en Francia, es un coche bastante popular, de hecho cuando lo sacas a la calle nunca falta alguna persona mayor que se acerca para recordarte que en sus tiempos le llamaban el "coche de las viudas ". La mala reputación de su estabilidad parece que está justificada, al menos eso me ha dicho siempre mi padre que estuvo a punto de matarse con el suyo cuando salió volando por un barranco. Yo siempre lo he conducido como si fuera una delicada pieza de museo, nunca lo he puesto al límite, y he podido disfrutar de la carretera sin problemas, pero la gente mayor siempre me cuenta historias de lo que hacían para que sus Dauphine mantuviesen las ruedas sobre la carretera; sacos de arena, de cemento, planchas de acero... parece que ponían de todo en el maletero menos equipaje.
Al traerlo de Francia tuvimos que hacerle una documentación nueva como vehículo histórico. Aparte de todo el papeleo le hicimos una buena revisión, cambiando entre otras cosas los frenos, embrague, escape, etc. La mayoría de los Dauphine que ruedan por España fueron fabricados por FASA en Valladolid. Como el nuestro proviene de Francia, al ser catalogado como histórico pudo mantener algunas cosas curiosas como las luces anteriores de color amarillo, los intermitentes posteriores rojos y la lámpara de matrícula posterior en el centro de la placa. Por cierto, en la primera ITV tuvimos que improvisar una solución de emergencia para la luz de matrícula ya que rompimos el que llevaba y todavía no nos había llegado la nueva. En la caja de la batería todavía está la inscripción S1 F 367 que indica que la pintura original era sintética (S), de la marca Renault (1), fabricado en Flins (F) con la referencia 367 (amarillo butterfly).
Desgraciadamente cuando lo compramos había sido repintado por fuera en un verde pistacho que no le correspondía, pero el interior aún conservaba el original. Las llantas estaban del mismo verde, lo que a mí personalmente me dañaba la vista. Inicialmente las pintamos del habitual gris metalizado, pero como el coche venía con la mitad de las llantas ciegas originales y la otra mitad de las de agujeros, como las del R8, cuando por fin encontré la llanta que faltaba, una de las originales que todavía conservaba el color crema original, las pintamos todas así.
Con el tiempo fuimos cambiándole cosas. Los pilotos, por ejemplo, no estaban mal del todo, pero encontramos unos en Argentina por internet y se los cambiamos. Los bajos de las puertas los pintamos de negro ya que un día en el garaje se le clavó un caballete en un lado y se le hizo un agujero, al repararlo pensamos que sería complicado igualar el verde que llevaba y preferimos terminar la bajera en negro.
El Dauphine no es tan popular como el 2CV o el 600 pero llama la atención allá por donde va. Estéticamente lo encuentro atractivo, por delante parece que te está sonriendo, la forma como sus curvas rodean los faros y aquel parachoques que parece una boca, es realmente simpático. En su tiempo supuso un gran éxito para Renault, también se fabricó en Argentina e incluso Alfa Romeo lo produjo en Italia bajo licencia. En total se produjeron más de dos millones de unidades, muchos de ellos se vendieron en Estados Unidos, donde incluso fue el coche europeo más vendido por un tiempo.
El nuestro la verdad es que lo hemos utilizado poco. Durante una temporada nos dio problemas eléctricos. La batería de 6V se descarga rápidamente si no la desconectas cuando no utilizas el coche.
A veces el coche se ponía en marcha sin problemas y al cabo de 5 km empezaba a dar tirones, alguna vez he tenido que volver caminando e ir a recogerlo con el remolque. Le pusimos un regulador nuevo y no dejó de dar problemas hasta que un mecánico de los de antes le puso un regulador usado que tenía por un rincón de su taller.
Finalmente, como ya no me cabían más trastos en el garaje decidimos vender el coche. Un día hablando de los Dauphine con mi padre me comentó que el que tuvo él había pertenecido anteriormente a un director de cine famoso que lo usaba para ir a menudo de Barcelona a Madrid. Me picó la curiosidad y busqué información sobre Francesc Rovira-Beleta. Descubrí su cine, que tiene hoy un gran valor documental, ya que recoge muchas imágenes de la vida cotidiana, rodaba en la misma calle. De hecho vi algunas de las películas que dirigió en la época en que supuse que tenía el Dauphine que después compró mi padre para ver si era capaz de reconocerlo en algún fotograma.
Si que encontré un Dauphine gris que aparecía a menudo en el fondo de las imágenes, como la que podéis ver, pero desafortunadamente no fui capaz de leer la matrícula. Gracias al Dauphine supe que Rovira-Beleta fue dos veces nominado al Oscar, en 1963 y 1967. La primera vez compitió contra Fellini, él siempre pensó que de haber competido con la primera película contra los rivales de la segunda se hubiera llevado la estatuilla. Su cine aunque superó la censura franquista con una cierta dosis de autocensura, sin entrar en cuestiones políticas, estuvo silenciado ya que reflejaba una realidad que no se ajustaba a la imagen que pretendía dar del país la propaganda del régimen, seguramente es por eso que no hoy en día no es tan conocido como otros directores de la época.
Nuestro Dauphine no ha sido protagonista de ninguna película, un par de veces nos ofrecieron alquilarlo para algún rodaje, en una peli debía ser el coche del protagonista, un político de la época que tuvo un papel destacado en la transición. Hoy me he despedido de él, curiosamente cerca de Valladolid donde se fabricaron los Dauphine españoles. Volver con el remolque vacío me ha producido una sensación extraña, sin duda echaré de menos el Dauphine, o como dicen los franceses la Dauph'. Au revoir ma belle Dauph'.