Lada Bora
La ciudad de Moscú tiene tantos atractivos artísticos, culturales e incluso naturales que a la mayoría de las personas les parecería una locura dedicar una mañana de domingo a visitar un museo de coches. El caso es que si te encantan los autos viejos tampoco puedes dejar pasar la oportunidad de visitar un lugar como su Museo del Transporte.
En cualquier museo de automóviles, especialmente en los más grandes, no suelen faltar tres ingredientes básicos. En primer lugar unos cuántos modelos imprescindibles que solemos encontrar en todas partes, en este caso algunos Ford T, un Isetta, un Citroën DS, una VW T1 etc. El segundo elemento sería el tema que inspira la colección, en este museo sin duda los Moskvitch (Москвич) fabricados en la misma ciudad.
Una de las cinco naves está ocupada prácticamente en exclusiva por modelos de esta marca, desde prototipos hasta la unidad que celebraba cada millón de coches producidos. En el caso del modelo 412 hay 5, uno por cada millón. El tercer elemento sería algún modelo singular. En el museo de Moscú hay algunos prototipos de Moskvitch, pero la mayoría son maquetas estáticas o diseños con poca personalidad, otro día podemos hablar de esto.
Lo que más original me pareció del museo fue un coche del que no había oído nunca hablar, el Lada Bora (Лада Бора). En un rincón entre estatuas de Lenin entre lo que parecía el despacho de algún burócrata y un taller encontré esta curiosidad. Se trata del único superviviente de los dos prototipos que se fabricaron en 1995. A los ingenieros de la fábrica se les ocurrió hacer una especie de coche de playa, una especie de Mehari 4x4 con carrocería ligera y la mecánica del Niva. Se ve que ensamblaron una media docena de estructuras tubulares de aluminio sobre las que sólo se completaron dos unidades. El resto se destrozaron en pruebas de resistencia o sirvieron para montar un modelo posterior. Un coche abierto y sin calefacción está claro que no iba orientado al mercado ruso. Los responsables del proyecto pensaron que un modelo así podría tener éxito en América Latina y Oriente Medio. De hecho, el primer ejemplar fue enviado a los Emiratos Árabes para ser exhibido a una feria y con la intención de captar inversores para financiar el proyecto de desarrollo. Parece que tuvo buena acogida y esta primera unidad se vendió en los Emiratos, sin que haya constancia que haya sobrevivido. La segunda unidad es la que estaba al museo. Fue utilizada para las pruebas de homologación y los reportajes de promoción. Las pruebas fueron superadas, a condición de incorporar una serie de mejoras. La lista parece que era larga y esto hizo que el proyecto quedara abandonado. Los ensayos de la época destacaban las cualidades de todoterreno del coche que superó pruebas muy exigentes, especialmente a la arena del desierto.
El actual propietario de esta segunda unidad es un joven de 24 años que con tan sólo 13 buscaba un Saporoshez para aprender a conducir. El caso es que encontró el Bora y le pareció una mejor opción para hacer el cabra por los caminos. Por supuesto desconocía que se tratase de un prototipo único, fue años más tarde cuando lo descubrió.
En aquellos momentos el coche estaba bastante deteriorado y llevaba unas barras de seguridad que alteraban completamente su estética. Después de buscar información sobre el coche, encontrar un motor original de carburador para sustituir el de inyección que traía y descubrir cuáles eran los colores originales se decidió a restaurarlo completamente. En Rusia ha sido todo un acontecimiento, incluso ha protagonizado portadas en revistas de coches clásicos. En el siguiente enlace podéis encontrar su blog donde cuenta toda la historia, espero que os haya gustado.