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Alemanes tropicalizados


La huella alemana en Venezuela es más profunda de lo que parece si no se conoce el país. Aparte de que en el S XVI la colonización fue concedida a alemanes que desde la ciudad de Coro iniciaron la expansión al resto del territorio, durante el S XIX se intentó atraer a inmigrantes alemanes para desarrollar la agricultura local. Uno de los vestigios más conocidos de aquella inmigración es la Colonia Tovar, situada a unos 50 km de Caracas. Más de 150 años después de que un grupo de 400 inmigrantes llegase al país la arquitectura de este pueblo aún conserva las características de Baden, su región de origen. Sus descendientes todavía hablan una versión caribeña del dialecto de Baden. La colonia fue fundada en un valle a 1700m de altura con un clima y condiciones similares en Baden. La visita a Tovar es casi obligada si vas algún fin de semana en Caracas. Las fachadas con inserciones de madera imitan la arquitectura tradicional de la Selva Negra, los colonos venden souvenirs vestidos como los alemanes del S XIX y se puede probar la cerveza elaborada en la colonia y comer Brezeln o salchichas, entre otras curiosidades.

Como no podía ser de otra manera en Tovar había unos cuantos VW escarabajo y en la puerta de una granja encontré un Chevrolet Bel Air de 1957 conservado al estilo cubano pero que todavía conservaba sus cromados.

No fue en la Colonia Tovar, pero también encontré una pareja de hermanos alemanes que se dedicaban a los coches clásicos de su país. En Venezuela quedan muchos VW escarabajo, muchos son vochos que han llegado de México o fusca brasileños, pero también hay modelos fabricados en Alemania. Friedrich y Karl llegaron a Venezuela en los años 60. Durante décadas fueron sinónimo de Volkswagen en Barquisimeto, pero con el tiempo se cansaron de luchar contra los cambios tecnológicos y los conflictos laborales y se resguardaron en un pequeño taller donde trabajan solos. Un amigo me habló de ellos y tuve la oportunidad de visitarlos.

En la puerta nos esperaba la T1 pick-up de Friedrich, un modelo que hoy en día es el sueño de muchos coleccionistas. Aquel taller era una especie de templo tropical de los VW. Los hermanos habían consagrado su vida a devolver a la carretera la docena de escarabajos que, entre todo tipo de piezas y repuestos, se amontonaban en el taller.


Los sorprendimos con las manos en la masa. Después de explicarnos lo que estaban haciendo insistieron en que fuese al fondo del almacén donde un par de óvales y un split esperaban su turno para ser rehabilitados. Entre tanta chatarra era difícil saber dónde estaba cada cosa, pero finalmente fui capaz de encontrarlos. Posiblemente, en el estado en que estaban, en otro lugar aquellos ejemplares de las primeras series no se considerarían restaurables pero Friedrich los tenía en la lista de espera para una futura resurrección. El preferido de los hermanos era, en cambio, un DKW 1000 SP. Aquel pequeño coupé recordaba a un Ford Thunderbird en miniatura escondido entre todos los escarabajos. Estaba completo, con su motor de dos tiempos, era la única nota discordante entre tanto de Volkswagen.

La visita no fue muy larga ya que los hermanos estaban trabajando y no queríamos desconcentrarlos, pero nos encantó haber tenido la oportunidad de ir. Sin duda aquel taller haría las delicias de cualquier beetlemaniaco. Espero que Friedrich y Karl continúen muchos años disfrutando de la restauración de sus escarabajos.

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