La guagua de Choroní
Choroní es una preciosa playa caribeña de arena blanca y aguas turquesa rodeada de densos bosques que bajan de las montañas. Para llegar hay que atravesar la Cordillera de la Costa venezolana, serpenteando bajo el bosque húmedo entre enormes matas de bambú.
Aquel fin de semana la primera sorpresa tuvo que ver precisamente con el bambú. Cuando llegamos donde se suponía que habíamos reservado el alojamiento no vimos más que ranchitos que es como llaman a las favelas en Venezuela. Circular por aquel barrizal con el Yaris de alquiler no era muy tranquilizador. Finalmente llegamos a nuestro alojamiento, la postal no podía ser más caribeña. Nos recibió un individuo con el torso desnudo, la cabeza rapada, un gran anillo colgando de una oreja, un vaso de ron en la mano y un guacamayo posado en el hombro, cualquiera diría que había escapado de un rodaje de Piratas del Caribe . Cuando dijimos que teníamos una reserva nos respondió “¿con bambú, o sin bambú?” La respuesta nos dejó boquiabiertos, efectivamente, nos explicó que las cabañas podían ser de bloques de cemento o de bambú. Con el cuento de los tres cerditos en mente nos decidimos por el cemento, aunque igualmente las ventanas eran de bambú y el pestillo se podía abrir desde el exterior. Finalmente resultó una experiencia tropical increíble, pasamos más tiempo en la hamaca del jardín que en la cabaña.
Choroní está en el Parque Natura Henri Pittier, sus bosques cuentan con una de las mayores diversidades de pájaros del mundo, con cerca de 600 especies distintas de aves, un lugar maravilloso que sin duda merecería estar mejor cuidado, la degradación que viene sufriendo las últimas décadas está poniendo en serio peligro su riqueza biológica.
Bajando al pueblo la primera noche nos sorprendió la visión de una buseta que aparecía y desaparecía de entre la niebla. Me pareció que era una Goélette francesa, la predecesora de la Estafette, pero con tan poca luz y la agilidad con la que se movía en la única foto que pude hacerle parecía más un fantasma que una furgoneta.
Para tener más de cincuenta años continuaba yendo arriba y abajo todo el día cargada de turistas y locales. Ya mucho antes de que la situación política y económica estuviera tan deteriorada Venezuela era un país en el que abundaban por la calle coches de más de cuarenta años. Pocos de ellos son considerados clásicos por sus propietarios ya que son la herramienta de trabajo que utilizan a diario.
El caso es que me hizo gracia aquella furgoneta que hacía de minibús en la ruta Choroní - Puerto Colombia. Se trata de un modelo que se fabricó entre 1947 y 1965. En Francia todavía se ven algunas arrinconadas en las granjas, pero creo que no había visto ninguna simplemente conservada y trabajando, tiene un aire que recuerda los furgones de los años 20. Seguramente, después de tantos años le debían haber trasplantado a saber qué motor más moderno, como se ve en las fotos la transformación en autobús era más reciente, como las llantas y los pilotos.
Como por la noche no había podido tomar ninguna imagen decidí esperar en la calle principal de Choroní. Entre las multicolores casas coloniales no dejaban de desfilar coches de otros tiempos. Mientras esperaba pasaron algunos escarabajos, Ford y Chevrolet pick-up, Dodge Dart venezolanos por parejas, numerosos coches de los que aparecían en la serie Starsky & Hutch, etc. Finalmente, como surgida de un cómic de Spirou, aparecía la Goélette. El conductor se detuvo y tuve el tiempo justo para hacer las fotos mientras cargaba y descargaba surfistas para volver a desaparecer bajo un sol abrasador.
Cada día veía decenas de coches antiguos en Venezuela, algunos serían la admiración de más de un coleccionista, sin embargo, no sé porque, esta pequeña guagua me resultó muy entrañable, quien sabe si aún continuará en Choroní.