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Sorpresa en Christiania


Copenhague es una de esas ciudades en las que parece natural prescindir del automóvil. La bicicleta es todo un símbolo de la capital danesa, una de las ciudades más amigables con los ciclistas, donde la calidad de vida se respira en cada rincón.


Si hay un lugar en Copenhague donde el automóvil se considera proscrito es Christiania. Christiania es un mundo aparte dentro de Copenhague, un lugar con sus propias normas sobre el que la ley no acaba de aplicarse de la misma manera que en el resto del país. Considerada como un "estado libre" o una "comuna independiente" fue fundada a principios de los 70 por hippies y ocupas libertarios que implantaron un estilo de vida asambleario.

Desde la ocupación de los cuarteles militares abandonados de Bådsmandsstraæde en el barrio de Christianshavn, la relación entre los habitantes de Christiania y el resto de la ciudad ha sido compleja. Por un lado se ha convertido en un centro cultural, impulsor de nuevas tendencias donde se organizan conciertos, exposiciones y todo tipo de talleres alternativos. Por otra parte, Christiania es famosa por pusher street, una calle donde hasta hace poco había puestos de marihuana regentados por unos individuos que te amenazaban si te veían haciendo fotos por los alrededores.


Durante casi medio siglo Christiania se ha mantenido como una isla dentro de la ciudad, incluso tiene bandera propia, con tres círculos amarillos sobre un fondo rojo. Su situación, junto a Christianshavn, uno de los barrios más caros de Copenhague, a los pies de la torre la iglesia de San Salvador, y a menos de 500m de la espectacular edificio de la Ópera, no lejos de la famosa sirenita, haca que la presión inmobiliaria se haya convertido en la principal amenaza para su subsistencia.

Christiania es también el lugar de origen de Christiania Bikes, el fabricante de los triciclos a pedales que tantas familias danesas utilizan para llevar sus niños al colegio. La idea partió de uno de los habitantes de la comuna que en 1984 construyó una bicicleta para su pareja.

Entre los diversos talleres de cerámica, esculturas metálicas y artesanías varias no era de extrañar que surgiese un fabricante de bicicletas, pero lo que si que me sorprendió fue encontrar un taller de restauración de automóviles, precisamente en un lugar donde los coches están prohibidos. La Acadiane (Dyane 6-400 en España), toda grafiteada, que había en la puerta no desentonaba con el resto del decorado, pero descubrir en la oscuridad del taller las siluetas de un Traction y una HY si que me sorprendió. Por supuesto que si hay un fabricante de automóviles que puede representar el espíritu de Christiania es Citroën, con sus 2CV y derivados, pero no esperaba encontrarme un Traction tan bien restaurado en ese barrio. No vi a nadie en el interior y con lo que había escuchado acerca de hacer fotos en Christiania no osé entrar, al menos pude fotografiar el taller desde fuera. Tenía el aire de aquellos garajes franceses de los cincuenta.


No faltaban prensas, caballetes, latas de aceite por todas partes, etc., todo perfectamente ordenado. Aparte del Traction y la HY se podía ver al fondo un chasis y el volante de lo que bien podría ser una Rosalie, si es que el taller sólo se dedicaba a los Citroën. Las vigas de madera que sostenían el techo del antiguo cuartel militar daban un aire retro que hacía aún más encantador aquel lugar. Sin duda si vuelvo a Copenhague pasaré por el barrio de la anarquía y el amor para ver si todavía se restauran coches antiguos.

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