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De madrugada en el mercado


Seguramente todos recordaréis a Mate, la grúa oxidada de la película de Cars. La vitalidad de aquella camioneta destartalada era más propia de un joven que de un cacharro que lleva décadas y décadas circulando por el desierto.


La cantidad de reliquias que se ven cada día rodando por las calles de Venezuela hace que hasta el aficionado más fanático acabe por aburrirse y deje de prestar atención a muchos de los coches viejos que ve. A pesar de ello los ojos se me iban detrás de cada camioneta que se parecía al Mate de la peli. Ninguna de ellas estaba restaurada, eran herramientas de trabajo que se habían reparado y vuelto a reparar miles de veces para continuar sacando el trabajo adelante cada día, era increíble que se pudiesen mantener en pie.

A un amigo le sorprendía que me quedase boquiabierto haciendo fotos cada vez que veía una de esas carracas y me preguntó: ¿de verdad quieres ver camionetas como esas? La respuesta es fácil de anticipar, así que se ofreció a llevarme a un lugar donde podría ver extensas manadas de camionetas americanas, las más antiguas eran incluso de los años 40. Mi amigo iba un par de veces por semana a llevar un remolque de "parchita" al mercado. Dicho así no suena muy glamoroso, pero la "parchita", como la conocen en Venezuela, "granadilla" en Costa Rica, es nada menos que el maracuyá o la fruta de la pasión, toda una delicia que crece en unas matas que en el trópico dan fruto a lo largo de todo el año.

Había que ir a una hora en la que hubiese camionetas cargando y descargando, así que a las cuatro de la mañana ya estábamos en el mercado. Una vez dejamos la parchita el almacén salí con la cámara al descampado donde estaban las camionetas aparcadas. Por supuesto que las había más modernas, pero muchas eran anteriores a los 80, había todo tipo de Ford, Chevrolet, Dodge, etc. El amigo de Rayo McQueen se hubiese sentido en su salsa entre las decenas de compañeras de su época, que casi sin aliento y sobrecargadas hasta límites impensables en otros países, proveían de fruta el mercado de abastos de Barquisimeto.

De haber estado en mejor estado se podría pensar que de cualquier esquina aparecerían Clint Eastwood y Meryl Streep en dirección a alguno de los Puentes de Madison. Pero no, no era Iowa, ni eran los años 50, había pasado más de medio siglo y estábamos mucho más al sur. Las camionetas no brillaban bajo un sol que aún no había salido, sino que renqueantes iban desapareciendo poco a poco dejando una irrespirable nube de humo detrás. Sin duda valió la pena el madrugón, no cambiaría por nada del mundo la autenticidad de aquella experiencia por ninguna concentración de multicolores camionetas modificadas, ojalá tenga la oportunidad de volver algún día.

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